lunes, 12 de agosto de 2019

Me estreno en la aventura de Youtube!



https://youtu.be/GH_dPQfkW9A

Hola a todos. He decidido darle un giro a mi vida y ahora me he abierto un canal de Youtube. Os dejo el link de mi primer vídeo para que podáis verlo. Podéis comentarme que os parece.

MUCHAS GRACIAS A TODOS.

lunes, 3 de abril de 2017

Celebración de la voz humana 2





Tenían las manos atadas, o esposadas, y sin embargo   los dedos danzaban, volaban, dibujaban palabras.
Los presos estaban encapuchados; pero inclinándose alcanzaban a ver algo, alguito, por abajo. Aunque hablar estaba prohibido, ellos conversaban con las manos.

Pinio Ungerfeld me enseñó el alfabeto de los dedos, que en prisión aprendió sin profesor:

-Algunos teníanos mala letra - me dijo-. Otros eran unos artistas de la caligrafía.

La dictadura uruguaya quería que cada uno fuera nada más que uno, que cada uno fuera nadie: en cárceles y cuarteles, y en todo el país, la comunicación era delito.


Algunos presos pasaron más de diez años enterrados en solitarios calabozos del tamaño de un ataúd, sin escuchar más voces que el estrépito de las rejas o los pasos de las botas por los corredores. Fernández  Huidobro y Mauricio Rosencof, condenados a esa soledad, se salvaron porque pudieron hablarse, con golpecitos, a través de la pared. Así se contaban sueños y recuerdos, amores y desamores; discutían, se abrazaban, se peleaban; compartían certezas y bellezas y también compartían dudas y culpas y preguntas de esas que no tienen respuesta.


Cuando es verdadera, cuando nace de la necesidad de decir, a los demás, alguna cosa que merece ser por los demás celebrada o perdonada.


Eduardo Galeano - El libro de los abrazos

sábado, 26 de noviembre de 2016

Cuento "Las Reliquias de la Muerte"




      ... Había una vez tres hermanos que viajaban a la hora del crepúsculo por una solitaria y sinuosa carretera. Los hermanos llegaron a un río demasiado peligroso para cruzarlo a nado. Pero gracias a sus destrezas en las artes mágicas agitaron sus baritas e hicieron aparecer un puente. Antes de poder cruzar, una figura encapuchada les cerró el paso.
          
        Era la muerte, y se sentía contrariada porque normalmente los viajeros se ahogaban en el río. Pero era muy astuta, y fingiendo felicitar a los tres hermanos por sus poderes mágicos les dijo que cada uno tenía opción a un premio por haberla eludido.  El mayor que era un hombre muy combativo, pidió la varita mágica más poderosa que existiera, una varita capaz de hacerle ganar todos los duelos y la muerte le regaló una proveniente de un sauco cercano. El hermano mediano que era muy arrogante, quiso humillar aun mas a la muerte y pidió el poder de devolver la vida a los muertos. La muerte cogió una piedra de la orilla del río y se la entregó. Por último, la muerte preguntó al menor que deseaba. Este humilde y el más sensato de los tres, pues no se fiaba de la muerte, le pidió algo que le permitiera marcharse de aquel lugar sin que la muerte pudiera seguirlo. Y la muerte, de mala gana le entregó su propia capa invisible. Entonces la muerte se apartó y dejó que los tres hermanos siguieran su camino.


        El hermano mayor viajó hasta una lejana aldea, donde varita de sauco en mano, mató a un mago con quien antaño mantuvo una disputa. Borracho por el poder que esa barita le había concedido, llegó a una posada donde se jactó de ser invencible. Pero esa noche, mientras dormía, otro mago le robó la varita y por si acaso le cortó el cuello. Y así fue como la muerte se lo llevó. Entre tanto el mediano viajó hasta su hogar donde vivía solo. cogió la piedra y la hizo girar tres veces en su mano. Para su gozo, vio aparecer ante él la figura de la muchacha con la que se habría casado de no ser por su prematura muerte. Pero la muchacha estaba triste y distante, pues no pertenecía al mundo de los mortales. El hombre enloquecido por su nostalgia se suicidó para reunirse de una vez por todas con su amada. En cuanto al menor, la muerte la buscó por muchos años pero nunca logró encontrarlo. Solo cuando este logró alcanzar una edad muy avanzada, se quitó la capa de invisibilidad y se la regaló a su hijo. Recibió a la muerte como a una vieja amiga y como iguales ambos se alejaron de la vida...



El cuento "Las Reliquias de la Muerte" se incluye en "Los cuentos de Beedle el Bardo".


sábado, 19 de noviembre de 2016

La Historia de Hachikō



10 de Noviembre de 1.923. 93 años hace ya desde que Hachikō, el protagonista de esta emotiva historia, naciese en la provincia de Akita, al norte de Japón.

Hachikō era un perro de raza Akita, macho y de un color blanco intenso.
Dos meses después, el Dr. Eisaburo Ueno, profesor del departamento de Agricultura de la Universidad de Tokio, adoptó a Hachikō como mascota. Realmente el perro estaba destinado a la hija del profesor pero esta abandonó pronto el hogar familiar. El profesor se había encariñado mucho con él, por lo que finalmente se lo quedó.

Hachikō no podía acompañar al profesor Ueno hasta la Universidad. Así, que se despedían todos los días desde la puerta principal de la casa y Hachi (como lo llamaba cariñosamente el profesor) se iba a esperar, al terminar el día, a la estación de Shibuya a que regresara el profesor de trabajar.
A todas las personas que frecuentaban la estación (duenos de comercios, viajeros...) le sorprendía el vínculo tan fuerte que había entre el profesor y su perro; y las personas que transitaban por Shibuya siempre comentaban este hecho.

Esa espera continuó día a día sin interrupciones hasta el 21 de mayo de 1.925. Ese día el profesor Ueno sufrió una hemorragia cerebral mientras impartía clase y nunca regresó.

Pero Hachikō se quedó en su sitio de todos los días esperándolo...

Fueron pasando los días, luego los meses y finalmente años pero Hachi seguía acudiendo fielmente a la misma hora a esperar al profesor. Le daba igual el frió, la lluvia, el calor o la nieve. La lealtad a su amigo humano nunca pereció. 

Hachikō se convirtió en un héroe para todos los japoneses y cuidaron de él y se encargaron de alimentarlo los 9 años que estuvo esperando el regreso de su querido profesor. Los habitantes de Shibuya contrataron a un famoso escultor, Teru (Shou) Ando, para que realizara una estatua en honor a su amigo Hachikō. El escultor estuvo encantado de realizar el trabajo y realizó una bonita estatua de bronce que fue colocada enfrente de la estación, donde solía esperar Hachikō.

Casi un año más tarde, el 8 de marzo de 1.935 Hachikō falleció al pie de su propia estatua, debido a su edad. Sus restos fueron despositados en una caseta de piedra que fue construida para ello al pie de la tumba del profesor Ueno, en el cementerio de Aoyama, Tokio.

Cada año, el 8 de Marzo, se recuerda a Hachikō en la plaza frente a la estación de trenes de Shibuya.

Basada en la Historia verídica de Hachicō. Notebook Teresa



sábado, 12 de noviembre de 2016

La Luna Roja







 Había una vez un pequeño planeta muy triste y gris. Sus habitantes no lo habían cuidado, y aunque tenían todos los inventos y naves espaciales del mundo, habían tirado tantas basuras y suciedad en el campo, que lo contaminaron todo, y ya no quedaban ni plantas ni animales.

Un día, caminando por su planeta, un niño encontró una pequeña flor en una cueva.  Estaba muy enferma, a punto de morir, así que con mucho cuidado la recogió con su tierra y empezó a buscar un lugar donde pudiera cuidarla.

Buscó y buscó por todo el planeta, pero estaba tan contaminado que no podría sobrevivir en ningún lugar. Entonces miró al cielo y vio la luna, y pensó que aquel sería un buen lugar para cuidar la planta. Así que el niño se puso su traje de astronauta, subió a una nave espacial, y huyó con la planta hasta la luna.

Lejos de tanta suciedad, la flor creció con los cuidados del niño, que la visitaba todos los días. Y tanto y tan bien la cuidó, que poco después germinaron más flores, y esas flores dieron lugar a otras, y en poco tiempo la luna entera estaba cubierta de flores.

Por eso de cuando en cuando, cuando las flores del niño se abren, durante algunos minutos la luna se tiñe de un rojo suave, y así nos recuerda que si no cuidamos la Tierra, llegará un día en que sólo haya flores en la luna.

Notebook Teresa.

Fuente:http://cuentosparadormir.com/infantiles/cuento/la-luna-roja

sábado, 5 de noviembre de 2016

El Árbol del Otoño




Hace mucho tiempo en una aldea lejana vivía un indio muy especial. Era un trotamundos: recorría todos los países y, cuando regresaba a casa, los demás indios lo recibían con alegría. Se llamaba Correcaminos.

Siempre traía consigo un saco lleno de historias que iba recogiendo por todo el mundo. Nada más llegar se sentaban todos alrededor de la hoguera y escuchaban sus relatos.

Un buen día les dijo que había una tierra que tenía un clima tan suave que podía decirse que siempre era primavera. Y, en ocasiones, los árboles vestían colores dorados y rojizos; se llamaba El Otoño.

Los otros indios no le creyeron porque nunca habían visto árboles de aquel color, no conocían el otoño. Solo tenían invierno, primavera y verano. Debería traer un árbol de otoño. Y de esta forma Correcaminos recorrió el mundo preguntando a la gente donde podía encontrar el otoño. Pero nadie le sabía contestar.

Pasaron muchos años, tantos que Correcaminos ya tenía el pelo blanco. Y caminando llegó a un lugar misterioso… En una cueva encontró a un gigante que se presentó como el Señor del Frio. Éste le dijo: “Si de verdad quieres encontrar el otoño te va a costar la vida, ¿serás valiente?” Correcaminos contestó que sí.

Siguió el camino que le indicó el Señor del Frío y se encontró cerca de su aldea, al lado de una roca donde nacía la fuente del otoño y probó su agua. Entonces notó que sus pies se hundían en la tierra como si tuviera raíces y que sus brazos y manos se estiraban llenándose de hojas rojas y doradas.

Una suave brisa perfumada llegó hasta el poblado, los indios al seguirla se quedaron fascinados por el árbol y comprendieron que Correcaminos por fin le había traído el otoño...


           
Basado en el Cuento Indio " El Árbol del Otoño". Notebook Teresa.

sábado, 29 de octubre de 2016

La Leyenda de Bobby

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   Si la fidelidad tuviese nombre, para los ciudadanos escoceses se llamaría “Bobby”; el perro protagonista de la leyenda más querida de Edimburgo, que lo han convertido en todo un símbolo nacional.

John Gray, un jardinero que llegó a Edimburgo junto a su mujer e hijo en busca de mejores días, y que debido a los duros inviernos el suelo estaba tan erosionado que era imposible trabajarlo. Así que, decidió unirse al cuerpo de policía en calidad de vigilante nocturno. Una de las condiciones que se le imponían, era que para sus rondas nocturnas debía estar siempre acompañado por un perro guardián.

Se le asignó un Skye Terrier, al que bautizó con el nombre de “Bobby”. Este perro se convertiría en su fiel compañero en las largas caminatas nocturnas por las frías calles de Edimburgo.

John y su perro se convirtieron en amigos inseparables hasta que ocho años después John Gray murió de tuberculosis el 15 de Febrero de 1858, siendo enterrado en el cementerio Greyfriars.

Su perro Bobby se mantuvo junto a la tumba de su amo durante 14 años hasta su muerte; hiciera frío, lloviera o nevara.

Los perros no estaban permitidos en el cementerio de Edimburgo por lo que Bobby era expulsado una y otra vez por el vigilante del cementerio pero todos sus esfuerzos fueron en vano ya que éste siempre regresaba junto a la tumba de John Gray así que el vigilante se dio por vencido y terminó construyéndole un refugio junto a su compañero (por esta razón es conocido como Greyfriars Bobby).

Mientras, los habitantes de la ciudad se encariñaban con él y le llevaban alimentos para que pudiera vivir bien. Esto hizo, que todos los perros callejeros se reunieran en los cementerios atraído por los alimentos ya que se transformó en una costumbre de los habitantes, llevarle alimentos a los perros que se concentraban allí.

Debido al alarmante aumento de perros callejeros y a que se temía que esto tuviera como consecuencia diversas enfermedades; se aprobó una ley en Edimburgo que requería que todos los perros de la ciudad estuviesen registrados y autorizados previo el pago de un impuesto. Esta ley especificaba que los perros no registrados o sin dueño, serían eliminados.

Después de la muerta de John, Bobby no tenía dueño oficial y por lo tanto carecía de registro; pero era tan querido en su ciudad que el mismísimo Alcalde de Edimburgo, Sir William Chambers, decidió pagar indefinidamente su licencia, colocándole un nuevo collar y un plato de bronce con la inscripción: “Greyfriars Bobby del Alcalde, 1867, autorizado”.

En 1872 Bobby falleció y descansó en paz junto a la tumba de su querido amigo. Un año después, una aristócrata de la ciudad hizo esculpir una fuente con su estatua situada al sur del Puente George IV, para recordar su vida y la devoción a su amo.

Bobby se convirtió en un héroe para los ciudadanos de Edimburgo y forma parte del patrimonio histórico de esta ciudad. Su plato de bronce y su collar se encuentran en el Museo de Edimburgo, (conocido como “Huntly House”) para todo aquel que lo quiera visitar.

Los restos de Bobby están enterrados a escasos metros de los de su amo, en la lápida se puede leer:

“Greyfriars Bobby – died 14th January 1872 – aged 16 years – Let his loyalty and devotion be a lesson to us all” 

(Greyfriars Bobby – Murió el 14 de Enero de 1872 – a los 16 años – Que su lealtad y devoción sean un ejemplo para todos nosotros).

Actualmente centenares de personas le siguen llevando comida, palos y juguetes a su tumba cada día, siendo el punto más visitado de todo Edimburgo. 

Basado en La Leyenda de Bobby. Notebook Teresa. 

- http://www.sentadofrentealmundo.com/2010/11/bobby-el-perro-fiel-de-edimburgo.html